6.41 de la madrugada y despierto con los riffs de Dimebag Darrel. Hoy es la entrevista de trabajo a la cual me llamó la misma empresa que me despidió hace un mes. Las vueltas de la vida son más rápidas de lo que uno cree.
Me disfrazo de joven emprendedor y exitoso, para ir a convencer a otro joven emprendedor y exitoso sobre mis triunfos, logros y desaciertos.
Se suponía que la noche anterior iba a hacer una profunda revisión de prensa con el fin de estar preparado para cualquier pregunta de actualidad que me hicieran. No lo hice. Me dediqué a jugar un torneo de póker en internet en cual obtuve el puesto 17 entre más de 400 participantes. Nada mal. No gané un sólo peso, pero sí una entrada a otro torneo en el cual si gano, me dan una camiseta del Colo autografiada y un asiento preferencial en el estadio para el próximo clásico con la U. Las cosas que te emocionan en estos días.
Luego de mi gran logro en el juego de cartas, me fui a acostar. Pensé en todas las posibles preguntas que me haría el entrevistador y en mis posibles respuestas. Reflexiones que no dan ningún fruto pero que sí llenan el espíritu y te levantan la confianza. Conversar con la almohada es una terapia que debieran institucionalizar.
Debo reconocer que la tenida "formal" no es lo mío. No es que no me guste, pero creo que la corbata no garantiza nada. Eso sí, te da seguridad y además da la sensación que irradias éxito, dependiendo de cada persona, eso sí. La corbata no hace maravillas tampoco. El Cisarro con corbata sería una foto surrealista.
Aunque la camisa era prestada y la chaqueta era del terno de mi licenciatura de cuarto medio - al igual que los zapatos - me sentía seguro y sólido. Era un ganador. Más aún, cuando llegas al arribista Espacio Riesco y ves cientos de personas entrando a pie, con frío y tu llegas en auto escuchando las noticias. ( El auto también era prestado y está maltrecho).
Llego al grupo humano que espera con ansias que abran la puerta a, no sólo una feria de trabajo, sino que se abran las puertas de las oportunidades. Del fin de la cesantía y del comienzo de una vida nueva. La esperanza se ve en cada mirada, en cada pucho, en cada café.
La tenida imperante es la formal. Ternos, trajes, harto gel, pelos mojados, maquillaje. Todos disfrazados, uniformados y listos para entrar a jugar sus cartas. Sin duda que la feria de trabajo de Laborum tiene muchas similitudes con un torneo de póker.
Luego de pagar la entrada y que me pegaran un sticker en la solapa, me doy una vuelta para ver de qué se trata. Y pasa lo peor. Me doy cuenta de que no llevaba ningún CV para dejarle a mi entrevistador. El resto de la gente andaba con resmas de sus resúmenes laborales para repartirle al mundo. Yo ni siquiera tenía un lápiz.
Cada empresa con su stand, promotoras y entrevistadores. Ofrecían folletos, dulces y lápices. Me robé uno de ING. Ahora iba a poder escribir algo, si es que era necesario.
Tenía resuelto el tema del lápiz. No se porqué era importante pero me sentía desnudo. Es como andar con puchos y no tener encendedor, siempre hay que pedirle a algún jetón.
- Disculpa, por casualidad puedes imprimir.- Le pregunto a una promotora de Laborum que usa el sombrero coorporativo y que está acargo de unos computadores
- No, pero atrás hay un centro de atención al postulante donde parece que imprimen - Me contesta con una sonrrisa que impacta y unos ojos hipnotizantes.
Me dirigí al cúbiculo de atención.
- Lo siento, no estamos imprimiendo todavía - me contesta otra promotora.
- Gracias - le digo y me largo.
Voy a ver el stand de Copesa. Tres personas y hartos diarios, revistas, folletos, lápices y mil otros cachureos. ¿Postulantes?. Ni uno.
Con ese panorama me tranquilicé un poco, ya que en el de Nestlé, por ejemplo, había una larga fila de postulantes. Y no era el único.
Dejé pasar media hora. Le pedí un diario a una promotora y me conseguí un cafe con otra promotora. !Qué sería de los eventos sin estas esforzadas y buenas mozas mujeres!. Me senté a leer, esperando enmendar lo que había pasado la noche anterior con la revisión de prensa. Pasados 5 minutos, saqué mi lápiz de ING y me puse a hacer el puzzle. ¿Qué mejor?.
Perdí la paciencia y me fui raudo a encarar a la promotora para que me imprimiera el CV. Seguía sin funcionamiento. Me indigné y le dije gracias. Tuve que ir a reclamar para que la roñosa impresora empezara a trabajar. Finalmente conseguí mis miserables hojas llenas de trabajos alternativos y dos medios de comunicación. Uno de ellos de Copesa.
CV en mano, me dirgí al stand de la empresa nuevamente. Me recibe una argentina - que no tenía nada de argentina- y me pregunta la hora de mi entrevista
- Decía de las 9.00 en adelante - le respondo. (Eran las 10.00)
- Perfecto, en seguida te atienden.- Me contesta.
Al minuto reacciona un flaco, desgarbado y con cara de tuto. Me llama y me pregunta si venía a la entrevista. Me hace ingresar al stand y no me dice nada más. Yo me quedo parado a su lado esperando que me invite a tomar asiento, pero él se dedica a preguntar por un lápiz. Esbozé una pequeña sonrisa.
Le doy la mano y me siento en un sillón de lo más incómodo, pero me las arreglé. En eso, veo que el flaco me dice algo pero no lo escucho. Hablaba para adentro el muy puta madre. Entonces decidí mirarle los labios cada vez que hablara para entenderle algo.
Preguntas de rigor y cosas por el estilo. Todo quien haya ido a una entrevista de trabajo sabe a lo que me refiero. De hecho estoy seguro que el flaco se leyó un manual de preguntas la noche anterior. Eso explicaría su cara de sueño y su desgano por hablar con un cualquiera.
Pero apareció otro detalle incómodo. Este veinteañero tenía una mancha en una de sus paletas. Como yo le miraba los labios para entenderle alguna cosa, me quedé pegado mirando la mancha. Seguro que se dio cuenta.
Le explico mi vida, muerte y pasión en el diario pop.
- Si, me acuerdo de tu caso.- Me contesta
- ¿Cuál caso?
- Que querías hacer la práctica y como ya la habías hecho, preferimos darle la oprtunidad a otra persona.
- Si, entiendo. Pero igualmente salí muy frustado de esa oficina y me fui directo a habalr con el editor general de La Cuarta para explicarle mi caso y ver cómo lo solucionábamos. Me dio mucha rabia que me dijeran " lo siento acá no tienes ninguna oportunidad".- Le cuento
-¿Quién te dijo eso? - Me pregunta, al mismo tiempo que abre un poco más los ojos y me presta un poco más de atención.
- No me acuerdo, fue hace tiempo - Objetivo cumplido, pensé. Había logrado que se concentrara en mí.
La conversación fue mas relajada luego de ese diálogo. Yo me había soltado y estaba claro en todo lo que tenía que decir. Sabía que el soñolieto muchacho me iba a escuchar con atención.
Al terminar la entrevista, que pasó desde trabajos anteriores, vida personal, intereses profesionales, fortalezas y debilidades, me dice:
- Bueno, te podemos llamar mañana o dentro de un mes. Tú sabes como es esto
- Lo se - y sonrío
- Pero igual vas a quedar en nuestra base de datos- me alienta.
- Ok- le digo. - Gracias - y me levanté
- Saca un lápiz de la mesa y llévate una de esas bolsas que están allá, me dice.
Veo en la mesa y hay dos tipos. Recojo uno y veo que dice La Tercera. Veo el otro y dice La Cuarta.
-Este me llevo, si igual le tengo cariño al diario pop- le digo, mientras camino a buscar la bolsa llena de productos Copesa. El flaco me sonríe de vuelta.
Me di un par de vueltas por la feria viendo como cientos de personas ponen todas sus espernazas en reclutadores que de seguro, luego de la quinta entrevista, sólo quieren irse para la casa. Más que mal, deben escuchar las cosas más insólitas y aburridas y sin sentido....en fin.
Salí de ese galpón pensando en que ojalá me llamen para algo. Para lo que sea en realidad. Y eso me puso de mal humor. Siempre es " lo que sea". Nunca se puede elegir o por lo menos andar cerca de lo que uno quiere, salvo contadas exepciones.
Es lo mismo que los mendigos en la calle. Estiran su tacho esperando lo que sea. "Todo sirve" dicen algunos. Yo me sentí mendigo. Pero estoy seguro de que no era el único que se sentía así.
Me disfrazo de joven emprendedor y exitoso, para ir a convencer a otro joven emprendedor y exitoso sobre mis triunfos, logros y desaciertos.
Se suponía que la noche anterior iba a hacer una profunda revisión de prensa con el fin de estar preparado para cualquier pregunta de actualidad que me hicieran. No lo hice. Me dediqué a jugar un torneo de póker en internet en cual obtuve el puesto 17 entre más de 400 participantes. Nada mal. No gané un sólo peso, pero sí una entrada a otro torneo en el cual si gano, me dan una camiseta del Colo autografiada y un asiento preferencial en el estadio para el próximo clásico con la U. Las cosas que te emocionan en estos días.
Luego de mi gran logro en el juego de cartas, me fui a acostar. Pensé en todas las posibles preguntas que me haría el entrevistador y en mis posibles respuestas. Reflexiones que no dan ningún fruto pero que sí llenan el espíritu y te levantan la confianza. Conversar con la almohada es una terapia que debieran institucionalizar.
Debo reconocer que la tenida "formal" no es lo mío. No es que no me guste, pero creo que la corbata no garantiza nada. Eso sí, te da seguridad y además da la sensación que irradias éxito, dependiendo de cada persona, eso sí. La corbata no hace maravillas tampoco. El Cisarro con corbata sería una foto surrealista.
Aunque la camisa era prestada y la chaqueta era del terno de mi licenciatura de cuarto medio - al igual que los zapatos - me sentía seguro y sólido. Era un ganador. Más aún, cuando llegas al arribista Espacio Riesco y ves cientos de personas entrando a pie, con frío y tu llegas en auto escuchando las noticias. ( El auto también era prestado y está maltrecho).
Llego al grupo humano que espera con ansias que abran la puerta a, no sólo una feria de trabajo, sino que se abran las puertas de las oportunidades. Del fin de la cesantía y del comienzo de una vida nueva. La esperanza se ve en cada mirada, en cada pucho, en cada café.
La tenida imperante es la formal. Ternos, trajes, harto gel, pelos mojados, maquillaje. Todos disfrazados, uniformados y listos para entrar a jugar sus cartas. Sin duda que la feria de trabajo de Laborum tiene muchas similitudes con un torneo de póker.
Luego de pagar la entrada y que me pegaran un sticker en la solapa, me doy una vuelta para ver de qué se trata. Y pasa lo peor. Me doy cuenta de que no llevaba ningún CV para dejarle a mi entrevistador. El resto de la gente andaba con resmas de sus resúmenes laborales para repartirle al mundo. Yo ni siquiera tenía un lápiz.
Cada empresa con su stand, promotoras y entrevistadores. Ofrecían folletos, dulces y lápices. Me robé uno de ING. Ahora iba a poder escribir algo, si es que era necesario.
Tenía resuelto el tema del lápiz. No se porqué era importante pero me sentía desnudo. Es como andar con puchos y no tener encendedor, siempre hay que pedirle a algún jetón.
- Disculpa, por casualidad puedes imprimir.- Le pregunto a una promotora de Laborum que usa el sombrero coorporativo y que está acargo de unos computadores
- No, pero atrás hay un centro de atención al postulante donde parece que imprimen - Me contesta con una sonrrisa que impacta y unos ojos hipnotizantes.
Me dirigí al cúbiculo de atención.
- Lo siento, no estamos imprimiendo todavía - me contesta otra promotora.
- Gracias - le digo y me largo.
Voy a ver el stand de Copesa. Tres personas y hartos diarios, revistas, folletos, lápices y mil otros cachureos. ¿Postulantes?. Ni uno.
Con ese panorama me tranquilicé un poco, ya que en el de Nestlé, por ejemplo, había una larga fila de postulantes. Y no era el único.
Dejé pasar media hora. Le pedí un diario a una promotora y me conseguí un cafe con otra promotora. !Qué sería de los eventos sin estas esforzadas y buenas mozas mujeres!. Me senté a leer, esperando enmendar lo que había pasado la noche anterior con la revisión de prensa. Pasados 5 minutos, saqué mi lápiz de ING y me puse a hacer el puzzle. ¿Qué mejor?.
Perdí la paciencia y me fui raudo a encarar a la promotora para que me imprimiera el CV. Seguía sin funcionamiento. Me indigné y le dije gracias. Tuve que ir a reclamar para que la roñosa impresora empezara a trabajar. Finalmente conseguí mis miserables hojas llenas de trabajos alternativos y dos medios de comunicación. Uno de ellos de Copesa.
CV en mano, me dirgí al stand de la empresa nuevamente. Me recibe una argentina - que no tenía nada de argentina- y me pregunta la hora de mi entrevista
- Decía de las 9.00 en adelante - le respondo. (Eran las 10.00)
- Perfecto, en seguida te atienden.- Me contesta.
Al minuto reacciona un flaco, desgarbado y con cara de tuto. Me llama y me pregunta si venía a la entrevista. Me hace ingresar al stand y no me dice nada más. Yo me quedo parado a su lado esperando que me invite a tomar asiento, pero él se dedica a preguntar por un lápiz. Esbozé una pequeña sonrisa.
Le doy la mano y me siento en un sillón de lo más incómodo, pero me las arreglé. En eso, veo que el flaco me dice algo pero no lo escucho. Hablaba para adentro el muy puta madre. Entonces decidí mirarle los labios cada vez que hablara para entenderle algo.
Preguntas de rigor y cosas por el estilo. Todo quien haya ido a una entrevista de trabajo sabe a lo que me refiero. De hecho estoy seguro que el flaco se leyó un manual de preguntas la noche anterior. Eso explicaría su cara de sueño y su desgano por hablar con un cualquiera.
Pero apareció otro detalle incómodo. Este veinteañero tenía una mancha en una de sus paletas. Como yo le miraba los labios para entenderle alguna cosa, me quedé pegado mirando la mancha. Seguro que se dio cuenta.
Le explico mi vida, muerte y pasión en el diario pop.
- Si, me acuerdo de tu caso.- Me contesta
- ¿Cuál caso?
- Que querías hacer la práctica y como ya la habías hecho, preferimos darle la oprtunidad a otra persona.
- Si, entiendo. Pero igualmente salí muy frustado de esa oficina y me fui directo a habalr con el editor general de La Cuarta para explicarle mi caso y ver cómo lo solucionábamos. Me dio mucha rabia que me dijeran " lo siento acá no tienes ninguna oportunidad".- Le cuento
-¿Quién te dijo eso? - Me pregunta, al mismo tiempo que abre un poco más los ojos y me presta un poco más de atención.
- No me acuerdo, fue hace tiempo - Objetivo cumplido, pensé. Había logrado que se concentrara en mí.
La conversación fue mas relajada luego de ese diálogo. Yo me había soltado y estaba claro en todo lo que tenía que decir. Sabía que el soñolieto muchacho me iba a escuchar con atención.
Al terminar la entrevista, que pasó desde trabajos anteriores, vida personal, intereses profesionales, fortalezas y debilidades, me dice:
- Bueno, te podemos llamar mañana o dentro de un mes. Tú sabes como es esto
- Lo se - y sonrío
- Pero igual vas a quedar en nuestra base de datos- me alienta.
- Ok- le digo. - Gracias - y me levanté
- Saca un lápiz de la mesa y llévate una de esas bolsas que están allá, me dice.
Veo en la mesa y hay dos tipos. Recojo uno y veo que dice La Tercera. Veo el otro y dice La Cuarta.
-Este me llevo, si igual le tengo cariño al diario pop- le digo, mientras camino a buscar la bolsa llena de productos Copesa. El flaco me sonríe de vuelta.
Me di un par de vueltas por la feria viendo como cientos de personas ponen todas sus espernazas en reclutadores que de seguro, luego de la quinta entrevista, sólo quieren irse para la casa. Más que mal, deben escuchar las cosas más insólitas y aburridas y sin sentido....en fin.
Salí de ese galpón pensando en que ojalá me llamen para algo. Para lo que sea en realidad. Y eso me puso de mal humor. Siempre es " lo que sea". Nunca se puede elegir o por lo menos andar cerca de lo que uno quiere, salvo contadas exepciones.
Es lo mismo que los mendigos en la calle. Estiran su tacho esperando lo que sea. "Todo sirve" dicen algunos. Yo me sentí mendigo. Pero estoy seguro de que no era el único que se sentía así.
4 comentarios:
Vamos Mr. que se puede!!!
DG
Notable, tu entrevista, por tragica que suene, me provocó las mejores carcajadas del día....
abrazos amigui.
Mendo
por que en vez del vitae no imprimiste algo de este blog, al estilo de esta entrada, te aseguro que el flaco te deja altoque, cuidate y preparate que se viene el mio, jajaja
Pedir pega es la mierda misma. Es casi peor que esperar en la fila del hospital.
Igual ir a vacilar a las promotoras tiene su encanto.
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